domingo, 11 de julio de 2010

Por favor...


Matadme, matadme si torno a la senda pecaminosa, si bebo del dulce brebaje de la desidia y el desenfreno, del pensamiento ocioso, inútil y trascendental. Llevadme de esta cadena angosta y suculenta. Matadme si mi melancólica mirada posa su vuelo sobre el putrefacto y tentador pasado. Por favor, matadme si la vuelvo a desear con fogoso celo, si lo carnal e irreal vuelven a confundirse en mi cabeza indispuesta por tanta ilusión, llanto y mentira. Porque si la matanza macabra y morbosa es dirigida por deshonestos engranajes y agujas, y ella sigue estando aquí, por favor, matadme. Insoportable asesinato tan falso y lento al que su ausencia me somete, al que mi pecado libidinosamente narcisista me condena. Los jinetes miran con desdén mi desdicha, suplicas en gritos ignoradas por mi pernicioso lamento , maltrecho por mi poco amor a la vida y horrible pavor a la muerte.

Por favor, matadme, que si mi llanto no inmuta el gesto de la muerte, yo continuaré aquí, en la nada, inmóvil por el temor a mí persona. Mas solo merezco incorpóreo amor, y físico dolor, eterno sufrimiento como al ingenuo Prometeo. Pero basta de mitos! Pues mi dolor se encuentra en carne, hueso y polvo. Necio y tétrico destino que enseña el manjar de la Vida, para no ser más que las sobras de tan delicioso banquete. Por favor, matadme, he visto los males del mundo, y ella no está aquí. La espera no será eterna. Por favor…